My fiftieth year of priesthood / Cincuenta años de sacerdocio
Cincuenta años de sacerdocio
Era el 21 de junio 1973 cuando nueve de mis compañeros y yo fuimos ordenados para los Redentoristas de la Provincia de St. Louis. Mis mejores recuerdos de la ordenación y diez días después de celebrar mi Misa de Acción de Gracias son las respuestas de tanta gente animándome al comenzar mi vida como sacerdote. Una de mis hermanas me preguntó si tenía que llamarme Padre de ahora en adelante. Para mi mamá, papá y hermanos y hermanas, aprendieron a llamarme simplemente Mike como siempre. No era lo mismo con mis abuelos.
Manejamos de Wisconsin a Omaha al día siguiente, hacía más de 100º y nuestro auto no tenía aire acondicionado. Al llegar a Omaha, papá me dijo que me duchara y me pusiera el traje y la camisa de clérigo para ir a ver a mi abuela y a mi abuelo. Cuando paramos en su casa, mi abuelo estaba vestido con traje y corbata, parado en la puerta. Cuando llegué a la puerta, se arrodilló y dijo: “Padre, dame tu bendición”. Tanto él como yo teníamos lágrimas en los ojos cuando lo bendije. Cuando se levantó, le dijo a mi abuela: “Ma, te toca a ti”. Ella dijo: “Oh, viejo tonto. Déjalo entrar a la casa. Hace demasiado calor”.
Como uno de mis compañeros de clase también era de Omaha, su misa de acción de gracias fue el domingo después de nuestra ordenación. Esperé una semana más. Después de la Misa y dando la primera bendición a familiares, amigos y feligreses, celebramos con una cena al aire libre para todos los que pudieron venir a nuestro patio trasero. Servimos más de 700 cenas. Mi tío Marty dijo: “Mike, nunca pensé que lo lograrías”. El abuelo McAndrew agarró al tío Marty por el cuello y dijo: “Es el padre Mike”. El abuelo McAndrew siempre llamó a mi “padre”.
Mi maestra de tercer grado me reprobó en la clase de religión, pero cuando me pidió mi bendición, dijo: “Siempre supe que serías sacerdote”.
La mayoría de mis amigos y familiares se sintieron más y más cómodos recordándome como Mike y me mantuvieron humilde si me ponía demasiado sermoneador con ellos. No querían que me pusieran en un pedestal como sacerdote, pero también sabía que respetaban el sacerdocio que Dios me había otorgado. Estaré dando gracias a muchos que han bendecido mi camino como sacerdote. En primer lugar, agradezco a mi familia, mi barrio y mis compañeros de escuela por honrar el sacerdocio redentorista del que tengo la suerte de formar parte.
(Si tienes observaciones o preguntas para Padre Migrante, envían las a padremigrante@gmail.com)
My fiftieth year of priesthood
It was June 21, 1973 when nine of my classmates and I were ordained for the Redemptorists of the St. Louis Province. My greatest memories of ordination and ten days later celebrating my Mass of Thanksgiving are of the responses of so many people encouraging me as I began my life as a priest. One of my sisters asked if she had to call me Fr. Mike from now on. For my Mom, Dad and brothers and sisters, they learned to just call me Mike as always. It was not the same with my grandparents.
We drove from Wisconsin to Omaha the next day, and it was over 100º and our car did not have air conditioning. On arriving in Omaha, Dad told me to get a shower and dress in my suit and clerical shirt to go see Grandma and Grandpa. When we stopped at their house, Grandpa was dressed in suit and tie, standing at the door. When I got to the door he went to his knees and said, “Father, give me your blessing.” Both he and I had tears in our eyes as I blessed him. When he got up, he said to Grandma, “Ma, it’s your turn.” She said, “Oh, you silly old man. Let him come into the house. It is too hot out there.”
Since one of my classmates was also from Omaha, his Mass of Thanksgiving was the Sunday after our ordination. I waited for another week. After the Mass and giving first blessing to family, friends and parishioners we celebrated with having an outdoor dinner for all who could come in our backyard. We served over 700 dinners. My uncle Marty said, “Mike, I never thought you would make it.” Grandpa McAndrew grabbed uncle Marty by the collar and said, “It is Father Mike.” Grandpa McAndrew always called my “Father”.
My third-grade teacher flunked me in religion class, but when she asked for my blessing, she said, “I always knew that you would be a priest.”
Most of my friends and family became more and more comfortable remembering me as Mike and they kept me humble if I got too preachy with them. They would not let me be put on a pedestal as a priest, but I also knew that they respected the priesthood that God bestowed on me. I will be giving thanks to many who have blessed my journey as a priest. First, I thank my family, my neighborhood and school classmates for honoring the Redemptorist priesthood that I am blessed to be a part of.
(If you want Padre Migrante to respond to your concerns or questions, write to: padremigrante@gmail.com)
Oh Jesús, tú nos llamas: “Síganme”. Bendice, Señor, a todos los que acogen tu llamado. Puede que el camino no sea fácil, pero tenemos la confianza de que todo es posible si caminamos contigo. Que este viaje nos abra los ojos a las maravillas de tu amor por nosotros. Oramos por toda tu gente, por todos los creyentes e incrédulos, por los líderes y seguidores. Oramos por la sanación, el perdón, la compasión, la justicia y la paz. Oramos para que, al seguirte, nosotros también podamos ser pescadores de hombres. Bendícenos en nuestro viaje.
O Jesus, you call us, “Come after me.” Bless, O Lord, all who welcome your call. The path may not be easy, but we have confidence that all things are possible if we walk with you. May this journey, open our eyes to the wonders of your love for us. We pray for all your people, for all believers and unbelievers, for leaders and followers. We pray for healing, for forgiveness, for compassion, for justice, for peace. We pray that as we follow you, we too can be fishers of men. Bless us on our journey.