I envy St. Paul / Tengo envidia de San Pablo
Tengo envidia de San Pablo
Ayer comenzó la primera lectura de la Misa: “No me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el Evangelio” (I Cor. 1:17). En I Corintios, Pablo hace una distinción entre su misión y la de Apolos. Él dice: “¿Quién es Apolo y quién es Pablo? Solamente somos servidores, por medio de los cuales ustedes llegaron a la fe, y cada uno de nosotros hizo lo que el Señor le encomendó. Yo planté, Apolo regó, pero fue Dios quien hizo crecer. De modo que ni el que planta ni el que riega tienen importancia, sino sólo Dios, que es quien hace crecer.” (I Cor. 3:5-7)
Pablo era el predicador itinerante y Apolo el pastor de la comunidad cristiana de Corinto. Pablo confiaba en que Apolo estaba atendiendo las necesidades ordinarias de la gente, bautizando y brindando atención pastoral a los nuevos convertidos a la fe. Pablo fue el evangelizador y Apolo fue su pastor.
Como misionero redentorista itinerante, a menudo me identifico con Pablo, pero hay momentos en los que me encuentro con migrantes sin pastores. El Papa Francisco lamenta la falta de atención pastoral a los pobres, (EG 200) especialmente la falta de acceso a la gracia de los sacramentos. Un trabajador migrante me dijo: “Necesitamos que seas nuestro sacerdote”. Los hijos de migrantes a menudo carecían de acceso a los sacramentos de iniciación porque demasiadas parroquias no modificaban sus prácticas a la vida de los trabajadores temporales para quienes los programas regulares no eran accesibles.
Cuando llamo la atención sobre las necesidades extraordinarias de los trabajadores temporales, la mayoría de los sacerdotes y líderes religiosos aprecian estos problemas y hacen las adaptaciones necesarias a sus prácticas. La dificultad es que muchos programas religiosos se ofrecen a conveniencia de los sacerdotes y sus catequistas. No son sólo los pobres y los migrantes los que necesitan una atención extraordinaria. Se necesita una atención extraordinaria para los niños que dividen el tiempo con padres divorciados, para los niños de padres solteros y para los niños que viven con los abuelos o en hogares de guarda.
Nuestros programas sacramentales deben reconocer la importancia de las actividades extracurriculares de los jóvenes y las presiones de prepararse para la universidad y las carreras que pueden ocupar los momentos en que muchas parroquias presentan sus programas sacramentales. No hay un tiempo establecido que se adapte a todos los estudiantes. Esta no es una razón para excluir a aquellos que buscan la gracia del sacramento, sino un desafío para nosotros para poner lo necesario a disposición de aquellos que no pueden participar en los programas ordinarios.
Hoy, lo ordinario es lo extraordinario y lo extraordinario es lo ordinario en el ministerio sacramental.
(Si tienes observaciones o preguntas para Padre Migrante, envían las a padremigrante@gmail.com)
I envy St. Paul
Yesterday, the first reading of the Mass began: “Christ did not send me to baptize but to preach the Gospel” (I Cor. 1:17) In I Corinthians, Paul makes a distinction between his mission and that of Apollos. He says, “What is Apollos, after all, and what is Paul? Ministers through whom you became believers, just as the Lord assigned each one. I planted, Apollos watered, but God caused the growth. Therefore, neither the one who plants nor the one who waters is anything, but only God, who causes the growth.” (I Cor. 3:5-7)
Paul was the itinerant preacher and Apollos the pastor of the Christian community of Corinth. Paul had confidence that Apollos was attending to the ordinary needs of the people, baptizing and providing pastoral care to the new converts to the faith. Paul was the evangelizer and Apollos was their pastor.
As an itinerant Redemptorist missionary, I often identify with Paul, but there are times when I encounter migrants without shepherds, without pastors. Pope Francis mourns the lack of pastoral care for the poor, (EG 200) especially the lack of access to the grace of sacraments. A migrant worker said to me, “We need you to be our priest.” The children of migrants often lacked access to the sacraments of initiation because too many parishes did not modify their practices to the lives of seasonal workers for whom regular parish programs were not accessible.
When I call attention to the extraordinary needs of seasonal workers, most priests and religious leaders appreciate these problems and make necessary adaptations to their practices. The difficulty is that many religious programs are offered at the convenience of the priests and their catechists. It not only the poor and the migrant that need extraordinary attention. Extra-ordinary attention is needed for children who divide time with divorced parents, for children of single parents and for children living with grandparents or in foster care.
Our parish sacramental programs need to recognize the importance of extra-curricular activities of youth and the pressures of preparing for college and careers that may occupy the times many parishes present their sacramental programs. There is no set time that will accommodate all students. This is not a reason to exclude those who seek the grace of sacrament, but a challenge for us to make what is necessary available to those unable to participate in the ordinary parish programs.
Today, the ordinary is the extraordinary and the extraordinary is the ordinary in sacramental ministry.
(If you want Padre Migrante to respond to your concerns or questions, write to: padremigrante@gmail.com)
Oh Jesús, tú nos llamas: “Síganme”. Bendice, Señor, a todos los que acogen tu llamado. Puede que el camino no sea fácil, pero tenemos la confianza de que todo es posible si caminamos contigo. Que este viaje nos abra los ojos a las maravillas de tu amor por nosotros. Oramos por toda tu gente, por todos los creyentes e incrédulos, por los líderes y seguidores. Oramos por la sanación, el perdón, la compasión, la justicia y la paz. Oramos para que, al seguirte, nosotros también podamos ser pescadores de hombres. Bendícenos en nuestro viaje.
O Jesus, you call us, “Come after me.” Bless, O Lord, all who welcome your call. The path may not be easy, but we have confidence that all things are possible if we walk with you. May this journey, open our eyes to the wonders of your love for us. We pray for all your people, for all believers and unbelievers, for leaders and followers. We pray for healing, for forgiveness, for compassion, for justice, for peace. We pray that as we follow you, we too can be fishers of men. Bless us on our journey.