7. Alleluia: La comunidad de creyentes – The Community of Believers
La Comunidad de Creyentes
“La multitud de los que habían creído tenía un solo corazón y una sola alma”. (Hechos 4:32)
Hoy en día, es difícil imaginar que nuestra Iglesia sea de un solo corazón y una sola mente. La desunión presente en la sociedad es más que la política. Se encuentra cerca del corazón de la Iglesia Católica. Son muchos los que animan divisiones en la Iglesia. La declaración de misión redentorista nos llama a trabajar para y con los “más abandonados”. Nuestra definición de “los más abandonados” reconoce específicamente la división en la Iglesia.
“Los más abandonados, a los que la Congregación es enviada de modo especial, son aquellos a quienes la Iglesia no ha podido proporcionar aún medios suficientes de salvación; los que nunca oyeron el mensaje de la Iglesia o no lo aceptan al menos como buena nueva, y finalmente aquellos a quienes perjudica la división de la Iglesia”.
—C.SS.R. Constitución 3
En la época de San Alfonso, la división era entre los “rigoristas” y los “laxistas”. En la época de Jesús fue entre los “fariseos y los saduceos”. Hoy llamamos a la división, “conservadora y liberal”. Mientras la sociedad lucha con tal división, debemos reconocer que existe en nuestra Iglesia. Hoy celebramos el “Domingo de la Divina Misericordia”. Es misericordia lo que necesitamos, pero solo puede comenzar si buscamos convertirnos en personas de un solo corazón y una sola mente.
Mientras camino con aquellos que sufren daños debido a la división en la sociedad y en nuestra Iglesia, descubro que muchos de los que son pobres viven sin la ira que se ve entre los que tienen más. Los pobres aprecian mucho más las “necesidades” de la vida que los “deseos” de la vida. La Iglesia primitiva vio a Jesús morir en la cruz. Experimentaron crisis juntos. Reconocieron que tenían mucho más en común que en lo que pudiera dividirlos. La respuesta inmediata de los primeros creyentes fue que se unieron después de la resurrección y la crisis compartida de la Pasión de Jesús los unió.
La Segunda Guerra Mundial fue una crisis que tuvo un efecto similar en Estados Unidos. La comunidad que superó un mundo en guerra estableció una unidad que, aunque no era perfecta, pudo ver avances en educación, salud, ciencia y realizar una economía que sacó a muchas personas de las ruinas de la guerra y la pérdida. Hubo momentos dolorosos en los que se reconoció el racismo y las divisiones sociales, pero la unidad de una nación nos dio la capacidad de eliminar de nuestro medio la polio, el sarampión y otras enfermedades. Podríamos enviar a un hombre a la luna. Recordando a aquellos que sacrificaron mucho durante la guerra, los llamamos la “generación más grande”. En ese tiempo, la Iglesia experimentó una renovación que nos levantó de un enfoque en el pecado y la división para reconocer un espíritu que reflejaba todo el mensaje de Jesús, incluyendo reconciliación, el gozo y la esperanza.
Hoy, una pandemia nos llama a estar atentos a la erosión de la fe y la confianza en la fe que sigue a un tiempo de renovación. El Papa Francisco nos llama a soñar con un futuro mejor, pero reconoce que ese futuro no ocurre por sí solo. Tenemos que participar en la creación de un futuro mejor. Un futuro mejor comienza con misericordia, paciencia y generosidad. Se encuentra en el amor.
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The Community of Believers
“The community of believers was of one heart and one mind.” (Acts 4:32)
Today, it is difficult to imagine our Church being of one heart and one mind. The disunity that is present in society today goes far beyond politics. It is found close to the heart of the Catholic Church. There are many who feed the divisions in the Church. Our Redemptorist statement of mission calls us to work for and with the “most abandoned.” Our definition of the “most abandoned” specifically recognizes division in the Church.
The most abandoned, to whom in particular the Congregation is sent, are those for whom the Church has not yet been able to provide sufficient means of salvation, those who have never heard the Church’s message, or at least do not receive it as the “Good News” and finally those who suffer harm because of division in the Church.
—C.SS.R. Constitution 3
At the time of St. Alphonsus, the division was between the “rigorists” and the “laxists”. In Jesus’ time it was between the “Pharisees and the Sadducees”. Today we call the division, “conservative and liberal.” As society struggles with such division, we need to recognize that it exists in our Church. Today we celebrate “Divine Mercy Sunday.” It is mercy that we need, but it can only begin if we seek to become a people of one heart and one mind.
As I walk with those who suffer harm because of division in society and in our Church, I discover that many who are poor live without the anger seen amongst those who have more. The poor have much greater appreciation of the “necessities” of life, rather than the “wants” of life. The early Church saw Jesus die on the cross. They experienced crisis together. They recognized that they had so much more in common than in what may divide them. The immediate response of the early believers was that they came together after the resurrection and the shared crisis of the Passion of Jesus united them.
World War II was a crisis that had a similar effect on the United States. The community that overcame a world at war, established a unity that while not perfect, could see advancement in education, health, science and realize an economy that lifted many people out of the ruins of war and loss. There were painful times of recognizing racism and societal divisions, but the unity of a nation gave us the ability to remove from our midst polio, measles, and other diseases. We could send a man to the moon. Remembering those who sacrificed much during the war, we called them the “greatest generation.” In that time the Church experienced a renewal that lifted us from a focus on sin and division to recognize a spirit that reflected the whole of Jesus message including reconciliation, joy and hope.
Today, a pandemic calls us to be attentive to the erosion of faith and confidence in faith that follows a time of renewal. Pope Francis calls on us to dream of a better future, but he recognizes that such a future does not happen on its own. We must participate in creating a better future. A better future begins with mercy, patience and generosity. It is found in love.
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Oh Jesús, tú nos llamas: “Síganme”. Bendice, Señor, a todos los que acogen tu llamado. Puede que el camino no sea fácil, pero tenemos la confianza de que todo es posible si caminamos contigo. Que este viaje nos abra los ojos a las maravillas de tu amor por nosotros. Oramos por toda tu gente, por todos los creyentes e incrédulos, por los líderes y seguidores. Oramos por la sanación, el perdón, la compasión, la justicia y la paz. Oramos para que, al seguirte, nosotros también podamos ser pescadores de hombres. Bendícenos en nuestro viaje.
O Jesus, you call us, “Come after me.” Bless, O Lord, all who welcome your call. The path may not be easy, but we have confidence that all things are possible if we walk with you. May this journey, open our eyes to the wonders of your love for us. We pray for all your people, for all believers and unbelievers, for leaders and followers. We pray for healing, for forgiveness, for compassion, for justice, for peace. We pray that as we follow you, we too can be fishers of men. Bless us on our journey.