Be compassionate – Sean compasivos
Sean compasivos
Ayer, consideré nuestro llamado a ser “audaz y creativo”. Por muy inspiradoras que sean la audacia y la creatividad, también estamos llamados a ser compasivos. La compasión comparte el dolor de aquellos que sufren una pérdida en sus vidas. Es más que simpatía. Entra en la lucha. Va más allá del momento de las dificultades. A menudo, en estos blogs, recuerdo a la instrucción de p. López, “Si no caminas con mi pueblo…” Tenemos que vivir como dice el mayor mandamiento, “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, y con todas tus fuerzas. El segundo es este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mc 12, 30-31).
Mi ministerio con los migrantes no es con los delincuentes y los traficantes de drogas. Trabajo con aquellos que vienen a este país huyendo de la guerra, la violencia, el abuso, la desesperación económica y aquellos que simplemente buscan oportunidades para ellos y sus hijos. Sé que los migrantes son personas de buena voluntad, buena fe y buenas familias. Las buenas personas se interesan y apoyan los esfuerzos que los Redentoristas ofrecen a los migrantes y a los inmigrantes. Estoy orgulloso de los buenos esfuerzos que hacen las comunidades de fe para ayudar a los menos afortunados de la sociedad.
Lamentablemente, la amargura de la política interviene con demasiada frecuencia en las conversaciones con la gente sobre el ministerio migrante. La gente pregunta: “Amo a los mexicanos, pero ¿por qué no aprenden inglés?” “¿Por qué no buscan una visa y entran legalmente?” “¿Por qué no se quedan en su país de origen y resuelven los problemas de su país?” La mayoría de la gente identifica a todas las personas de los países latinoamericanos como mexicanas. Estos comentarios provienen de personas fieles, generosas y de buena voluntad general. Lucho con cómo responder. Hablar sobre los hechos de que los inmigrantes de hoy en día aprenden inglés a un ritmo más rápido que los grupos de inmigrantes anteriores, o explicar el sistema de inmigración roto conduce a una conversación sin salida.
Deseo que más personas imaginen los factores que empujan a las personas a dejar su país de origen para buscar refugio en un país extranjero. Un sacerdote en México dijo: “La gente no cruza ríos, montañas y desiertos por la pobreza. Se van por desesperación”. No caminamos en los zapatos de otros, pero podemos caminar con ellos apreciando sus dificultades.
Un hombre de catorce años vino a misa un domingo. Dijo que acababa de llegar a los EE. UU. Me contó su impresionante historia de pasar ocho días en el desierto. Después de cuatro días se quedó sin agua. Pensó que iba a morir, luego llovió. Llenó sus cántaros de agua y continuó cuatro días más. Le pregunté qué es tan malo en su país que arriesgaría su vida en el desierto. Dijo: “Después de que asesinaron a mi padre y a mi hermano, supe que tenía que irme”. Dijo que cuando tenía doce años, vio a su padre asesinado por capos de la droga. Dos años después, su hermano fue asesinado por las mismas personas.
Cualquiera que escuche su historia, responde diciendo: “Por supuesto que tuvo que irse”. La simpatía puede llevar a uno a ayudar a este joven. La compasión por sus circunstancias nos lleva a cuestionar las formas simplistas en que percibimos la migración y la inmigración. Escuchar una historia como la de este joven de catorce años debería llevarnos a algo más que a preocuparnos por él. Que Dios nos bendiga a todos con la virtud de la compasión. Que sean compasivos y todo lo demás se puede ser abordado.
(Si tienes observaciones o preguntas para Padre Migrante, envían las a padremigrante@gmail.com)
Be Compassionate
Yesterday, I considered our call to be “bold and creative.” As inspiring as boldness and creativity are, we also are called to be compassionate. Compassion shares in the grief of those who suffer a loss in their lives. It is more than sympathy. It enters into the struggle. It goes beyond the moment of hardship. Often in these blogs, I recall Fr. Lopez’ instruction, “If you do not walk with my people….” We need to live as the greatest commandment says, “You shall love the Lord your God with all your heart, with all your soul, with all your mind, and with all your strength. The second is this: ‘You shall love your neighbor as yourself.’” (Mk 12:30-31)
My ministry with migrants is not with criminals and those who traffic in drugs. I work with those who come to this country fleeing war, violence, abuse, economic desperation and those simply seeking opportunity for themselves and their children. I know that migrants as people of good will, good faith and good families. Good people take interest and support efforts that Redemptorists offer for migrants and immigrants. I am proud of the good efforts faith communities make in helping the less fortunate of society.
Sadly, the bitterness of politics too often enters into conversations with people about migrant ministry. People ask, “I love the Mexican, but why won’t they learn English?” “Why don’t they seek a visa and enter legally?” “Why don’t they stay in their home country and solve their country’s problems?” Most people identify all people from Latin American countries as Mexican. These comments come from faithful, generous people of general good will. I struggle with how to respond. Speaking about facts that present day immigrants learn English at a faster rate than previous immigrant groups, or explaining the broken immigration system leads to a dead-end conversation.
I wish that more people would imagine the factors that push people to leave their home country to seek refuge in a foreign land. A priest in Mexico said, “People don’t cross rivers, mountains and deserts because of poverty. They leave because of desperation.” We do not walk in another’s shoes, but we can walk with them appreciating their hardship.
A fourteen-year-old man came to Mass one Sunday. He said that he just arrived in the U.S. He told me of his harrowing story of spending eight days in the desert. After four days he ran out of water. He thought that he was going to die, then it rained. He filled his water jugs and continued on four more days. I asked what is so bad in your country that you would risk your life in the desert. He said, “After they murdered my father and my brother, I knew I had to leave.” He told that when he was twelve, he saw his father murdered by drug lords. Two years later, his brother was murdered by the same people.
Anyone hearing his story, responds saying, “Of course he had to leave.” Sympathy may lead one to help this young man. Compassion for his circumstances leads us to challenge the simplistic ways we perceive migration and immigration. Hearing a story such as this fourteen-year-old should lead us to more than simply concern for him. May God bless all of us with the virtue of compassion. We need to be compassionate and everything else can then be addressed.
(If you want Padre Migrante to respond to your concerns or questions, write to: padremigrante@gmail.com)
Oh Jesús, tú nos llamas: “Síganme”. Bendice, Señor, a todos los que acogen tu llamado. Puede que el camino no sea fácil, pero tenemos la confianza de que todo es posible si caminamos contigo. Que este viaje nos abra los ojos a las maravillas de tu amor por nosotros. Oramos por toda tu gente, por todos los creyentes e incrédulos, por los líderes y seguidores. Oramos por la sanación, el perdón, la compasión, la justicia y la paz. Oramos para que, al seguirte, nosotros también podamos ser pescadores de hombres. Bendícenos en nuestro viaje.
O Jesus, you call us, “Come after me.” Bless, O Lord, all who welcome your call. The path may not be easy, but we have confidence that all things are possible if we walk with you. May this journey, open our eyes to the wonders of your love for us. We pray for all your people, for all believers and unbelievers, for leaders and followers. We pray for healing, for forgiveness, for compassion, for justice, for peace. We pray that as we follow you, we too can be fishers of men. Bless us on our journey.