Virtue of Migrants #2 / La Virtud de los Migrantes #2
Confidence in the Unknown
In yesterday’s first reading at Mass, God says, “my thoughts are not your thoughts, nor are your ways my ways.” Considering “confidence in the unknown” a virtue in ordinary circumstances appears foolish. It may lead to careless behavior, superstition and heartache. Today, seeking a path through the unknowns of a pandemic, catastrophic fires, civil unrest, economic crisis and a crisis in governance is not easy. Suggesting that we can look to the poor and the migrant for guidance in these times is not the way of an educated, organized society. Yet, in the midst of tragedy and hopelessness, virtue may be found.
The hope of the refugee can shame the uncertainty and doubts of people with more stability. It is my privilege to hear many stories of passage of people who in desperation leave their country of origin to enter the United States. The confidence and gratitude of refugees seeking a new life in a country unknown humbles those blessed with security, health and opportunity taken for granted.
A man who experienced genocide and mayhem in his country thanked NATO for rescuing his family. For his family, the United States was his promised land. He praised people of many faiths who welcomed him, and helped him find work, a home and schools for his children. He said that all through the process of fleeing his country, leaving behind loved ones and the uncertainty that any nation would accept him and his family as refugees, he believed that life would be better. He was unsure of whether to see this as belief in God, or simply a confidence that the unknown was better than what he knew in his country.
A woman, who crossed our border to unite herself with her husband and child, paid smugglers every dollar that her husband saved for her passage. The smugglers held her in a house of sequestration, demanding more money from her family. She was gang raped and held for three days. One night when her captors were drunk and asleep, she escaped the house of sequestration. A good Samaritan stopped and took her to a clinic run by another Padre Migrante. I heard her story several years later and marveled at her peace after such an experience. She said that it was all part of the cost of migration. She knew that migration would be dangerous, but through it all she was confident that life would be better here than where she was from.
While there may be great uncertainty in our times, the lives of migrants give witness to the virtue of confidence in the unknown that many call God.
(Tomorrow: The virtue of never walking alone)
Confianza en lo desconocido
En la primera lectura de ayer en la Misa, Dios dice: “Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, sus caminos no son mis caminos”. Considerar la “confianza en lo desconocido” como una virtud en circunstancias ordinarias parece una tontería. Puede iniciar a un comportamiento descuidado, superstición y angustia. Hoy, no es fácil buscar un camino a través de las incógnitas de una pandemia, incendios catastróficos, disturbios civiles, crisis económica y una crisis de gobernabilidad. Sugerir que podemos buscar inspiración en los pobres y los migrantes en estos tiempos no es la manera de una sociedad educada y organizada. Sin embargo, en medio de la tragedia y la desesperanza, se puede encontrar la virtud.
La esperanza del refugiado puede avergonzar la incertidumbre y las dudas de personas con más estabilidad. Es un privilegio escuchar muchas historias de paso de personas que en desesperación abandonan su país de origen para ingresar a Estados Unidos. La confianza y la gratitud de los refugiados que buscan nueva vida en un país desconocido humilla a quienes han sido bendecidos con seguridad, salud y oportunidad.
Un hombre que experimentó el genocidio y el caos en su país agradeció a la NATO por rescatar a su familia. Para su familia, Estados Unidos era su tierra prometida. Alabó a personas de muchas religiones que le dieron la bienvenida y le ayudaron a encontrar trabajo, un hogar y escuelas para sus hijos. Dijo que, durante todo el proceso de huir de su país, dejando atrás a sus seres queridos y la incertidumbre de que cualquier nación lo aceptaría a él y a su familia como refugiados, creía que la vida sería mejor. No estaba seguro de si ver esto como una creencia en Dios, o simplemente una confianza en que lo desconocido era mejor que lo que él conocía en su país.
Una mujer, que cruzó nuestra frontera para unirse con su esposo e hijo, pagó a los coyotes cada dólar que su esposo ganaba acá. Los coyotes la secuestraron y exigieron más dinero de su familia. La violaron en grupo y continuaron la secuestración por tres días. Una noche, cuando sus captores estaban borrachos y dormidos, escapó de la casa de secuestro. Un buen samaritano se detuvo y la llevó a una clínica dirigida por otro Padre Migrante. Escuché su historia varios años después y me maravillé de su paz después de tal experiencia. Dijo que todo era parte del costo de la migración. Sabía que la migración sería peligrosa, pero a pesar de todo estaba segura de que la vida sería mejor aquí que de donde era.
Si bien hay una gran incertidumbre en nuestro tiempo, la vida de los migrantes da testimonio de la virtud de tener confianza en lo desconocido que muchos llaman Dios.
(Mañana: La virtud de no caminar nunca solo)
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