Casa San Alfonso, 1991 – 1996
“Cuando tenía hambre… Cuando tenía sed… Cuando era un extranjero…” Ayer escribí que consideraría tres experiencias más formativas de mi vida como misionero redentorista.
Casa San Alfonso, 1991 – 1996
El sábado 9 de noviembre de 1991, quince jóvenes del grupo juvenil de San José y padrinos de la comunidad trasladaron muebles a una casa que alquilamos en el centro de la ciudad de Denver. Limpiaron y decoraron la nueva casa de tres Redentoristas. Recordamos la fundación de los Redentoristas por San Alfonso de Ligorio el 9 de noviembre de 1732. La Casa San Alfonso fue una iniciativa extraordinaria de los Redentoristas en la evangelización. Comenzamos sin un plan claro para el ministerio. Queríamos que los jóvenes experimentaran en la casa redentorista el saludo común en español al entrar la casa, “Nuestra casa es tu casa”.
Comimos pizza para la cena, y alrededor de las 7:00 pm los jóvenes fueron a un baile de Quinceañera. Saliendo la casa, dijeron: “Volveremos más tarde”. Los adultos reimos: “Claro, volverán a la casa después de una Quinceañera”. A las 10:30 pm entraron treinta jóvenes con refrescos, comida y un boom box. Movieron los muebles para despejar el piso y bailar en la noche. Padre Patricio se inclinó y dijo: “Creo que están en casa”.
En la Casa cambió mi vida como redentorista. Hubo cambios obvios en que aprendí español, me involucré en el ministerio juvenil de una manera extraordinaria, me sentí genuinamente cómodo reconociendo a Jesús en las personas en la periferia de la sociedad y la Iglesia. El amor, la fe, la esperanza, el perdón, la compasión y la gracia tomaron prioridad en mi vida. Asimismo, experiencias de desesperación, dolor, inseguridad, duda y miedo se convirtieron en una experiencia compartida con jóvenes vulnerables. El lugar de la doctrina, la ley, las prácticas ordinarias de la fe, si bien era importante en mi vida como sacerdote, pasó a ser secundario para la supervivencia y la esperanza.
La Casa fue un momento de mi vida que le dio sentido a mi vida en el ministerio. No fue el comienzo de un santuario, o un movimiento, o una institución que sirvió más allá de sus cinco años. Realmente no cambió nuestra Congregación Redentorista. Sus miembros, tanto religiosos como laicos, han seguido en su vida con un recuerdo de la comunidad que dio sentido a la vida de cada uno de nosotros de diferentes maneras.
La Casa me introdujo al ministerio hispano y comencé a trabajar con trabajadores rurales migrantes en ministerios con personas que a menudo estaban fuera del alcance del ministerio ordinario en la Iglesia. La forma inusual de encontrarme con jóvenes fuera de las estructuras institucionales religiosas me dio una experiencia de bondad, belleza, esperanza y fe que no se experimenta fácilmente en las experiencias ordinarias dentro de las instituciones religiosas. En los últimos dos años he tenido tres oportunidades de reunirme con mis amigos de los cinco años de Casa San Alfonso. Ojalá otros pudieran tener los lazos de vida que tenemos nosotros de aquellos años. Le doy gracias a la familia de Casa San Alfonso.
(Si tienes observaciones o preguntas para Padre Migrante, envían las a padremigrante@gmail.com)
“When I was hungry…When I was thirsty…When I was a stranger…” Yesterday, I wrote that I would consider three experiences most formative of my life as a Redemptorist missionary priest.
Casa San Alfonso, 1991 – 1996
On Saturday, Nov. 9, 1991, fifteen young people from St. Joseph’s youth group and a few padrinos of the youth community moved furniture into a house we rented in the inner city of Denver. They cleaned and decorated the new home of three Redemptorists. We remembered the founding of the Redemptorists by St. Alphonsus Liguori on Nov. 9, 1732. Casa San Alfonso was an extraordinary initiative of the Redemptorists in evangelization. We began without a clear plan for ministry. We wanted young people to experience in our Redemptorist house the common Spanish greeting as they enter the house, “Nuestra casa es tu casa.” (Our house is your house)
We ordered pizza for supper, and around 7:00 pm the young people went to a Quinceañera dance. Leaving the house, they said, “We will be back later.” We adults thought, “Sure, they will come back to the house after a Quinceañera.” At 10:30 pm, thirty youth came in carrying sodas, food for a party and a boom box. They moved the furniture to clear the floor to dance into the night. Fr. Patrick leaned over and said, “I think they are at home.”
At the Casa, my life as a Redemptorist changed. There were the obvious changes in that I learned Spanish, became engaged in youth ministry in an extraordinary way, genuinely became comfortable recognizing Jesus in people on the periphery of society and the Church. Love, faith, hope, forgiveness, compassion and grace took priority in my life. Also, experiences of desperation, pain, insecurity, doubt and fear became a shared experience with vulnerable youth. The place of doctrine, law, ordinary practices of the faith, while important in my life as a priest became secondary to survival and hope.
The Casa was a moment in my life that gave meaning to my life in ministry. It was not the beginning of a shrine, or a movement, or an institution that served beyond its five years. It did not really change our Redemptorist Congregation. Its members, both religious and lay have gone on in their lives with a memory of the community that gave meaning to life for each of us in different ways.
The Casa introduced me to Hispanic ministry, and I began to work with migrant rural laborers in ministries with people often outside the purview of ordinary ministry in the Church. The unusual way of meeting with youth outside of religious institutional structures gave me an experience of good, beauty, hope and faith that is not easily experienced in the ordinary experiences within religious institutions. In the past two years, I have had three opportunities to reunite with my friends from the five years of Casa San Alfonso. I wish that others could have the bonds in life that we have from those years. Thank you, Casa San Alfonso family.
(If you want Padre Migrante to respond to your concerns or questions, write to: padremigrante@gmail.com)
Oh Jesús, tú nos llamas: “Síganme”. Bendice, Señor, a todos los que acogen tu llamado. Puede que el camino no sea fácil, pero tenemos la confianza de que todo es posible si caminamos contigo. Que este viaje nos abra los ojos a las maravillas de tu amor por nosotros. Oramos por toda tu gente, por todos los creyentes e incrédulos, por los líderes y seguidores. Oramos por la sanación, el perdón, la compasión, la justicia y la paz. Oramos para que, al seguirte, nosotros también podamos ser pescadores de hombres. Bendícenos en nuestro viaje.
O Jesus, you call us, “Come after me.” Bless, O Lord, all who welcome your call. The path may not be easy, but we have confidence that all things are possible if we walk with you. May this journey, open our eyes to the wonders of your love for us. We pray for all your people, for all believers and unbelievers, for leaders and followers. We pray for healing, for forgiveness, for compassion, for justice, for peace. We pray that as we follow you, we too can be fishers of men. Bless us on our journey.